La mandarina es un fruto originario de las zonas tropicales de Asia principalmente de China, lugar de donde se expandió a diferentes partes del mundo. Ésta proviene de un árbol perenne conocido por su nombre científico como Citrus Reticulata o mandarinero, el cual se caracteriza por ser espinoso, con ramas delgadas y por tener hojas tanto amplias como delgadas de color verde intenso.
Por otro lado, este cítrico se diferencia de los otros por tener una figura en forma redonda ligeramente ovalada, la cual puede presentar diferentes tamaños dependiendo de la variedad y del lugar donde se desarrolle. Cabe señalar que la mandarina puede tener distintas coloraciones, las cuales pueden ir desde el naranja claro hasta el naranja intenso con algunas tonalidades en verde.
Entre las principales características de esta fruta se encuentra su importante nivel nutritivo, que la convierte en uno de los cítricos más importantes al igual que la naranja y la toronja; además es una especie muy resistente que se puede adaptar a diferentes situaciones siempre y cuando se le aporten las condiciones necesarias y una cantidad importante de nutrientes para que los frutos se puedan desarrollar sin ningún problema.
Cabe señalar que el igual que otros cítricos el cultivo de mandarina también se puede iniciar a través de la hidroponía, ya que con esta técnica es posible brindar a las semillas todo lo que necesitan para germinar, además también se puede tener mayor control sobre el cultivo. Para llevar a cabo su cultivo por hidroponía sólo se necesitan los siguientes materiales una mandarina madura y en buenas condiciones, contenedores de 30 centímetros de profundidad, una mezcla de sustrato de 40 por ciento agrolita y 60 por ciento peat moss, una charola para germinación, solución nutritiva para flores y una pala para jardín.
El primer paso es obtener las semillas, para eso hay que partir la mandarina por la mitad y retirar los huesos con mucho cuidado, una vez que estén a fuera hay que colocarlos en un recipiente, agregar un poco de agua y un par de gotas de cloro para retirar cualquier exceso de pulpa que pudieran tener. Ya que estén limpias hay que colocarlas sobre una toalla de papel absorbente para que se sequen totalmente.
A continuación hay que sembrar las semillas, para eso primero hay que humedecer el sustrato y colocarlo en la charola tomando en cuenta el número de huesos disponibles. Ya que esté listo hay que poner una semilla por cavidad y cubrirla con un poco más de sustrato; luego de que el semillero esté listo se debe llevar a un sitio con temperatura ambiente y que no reciba luz directa, esto ayudará a promover la germinación.
Después de los primeros 10 días comenzarán a brotar las plántulas, en ese momento es necesario llevarlas a un sitio que reciba luz indirecta y que cuente con protección para que puedan seguir desarrollándose adecuadamente, durante este proceso se recomienda incluir la solución nutritiva en los riegos. Ya que las plantas tengan dos o tres pares de hojas verdaderas es momento de realizar el trasplante, para eso sólo hay que humedecer el sustrato y dividirlo entre el número de contenedores disponibles, colocar una planta por maceta y llevarlas a un lugar que reciba un poco más de luz.
Por último, cuando los árboles tengan una altura de metro y medio más o menos hay que realizar el trasplante a su lugar definitivo, para esto primero hay que ubicar un sitio en el hogar que reciba por lo menos 10 horas de luz solar al día, que cuente con un suelo con buen drenaje y que tenga una toma de agua cercana, esto ayudará a que los árbolitos reciban lo necesario para crecer.
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